En un cruce de destinos, el 12 de julio se convirtió en un día de conexiones insólitas. Por un lado, partieron del puerto de Cádiz, a bordo de la nao “Espíritu Santo”, los primeros ejemplares con destino al puerto de San Juan de Ulúa, hoy estado mexicano de Veracruz, del legendario caballero andante, Don Quijote de la Mancha, y por otro lado, en la Ciudad de México, un niño llegaba al mundo con ojos curiosos y un futuro por escribir. Así, en México se daba la llegada de dos almas extraordinarias: un caballero que confundía molinos con gigantes y un niño que soñaba con conquistar el mundo de maneras más sutiles. Quizás, en algún rincón del tiempo, sus miradas se cruzaron.

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